La amígdala se activa ante estímulos amenazantes para garantizar la supervivencia, y lo hace tomando el control de la conducta. Así, “apaga” o desactiva áreas cerebrales como el córtex prefrontal, relacionado con el pensamiento lógico, el razonamiento y el control de impulsos.
Las hormonas durante el enojo, el cerebro libera noradrenalina (hormona que aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco) y dopamina, al mismo tiempo que glutamato y se da una disminución de los niveles de serotonina y vasopresina.
Los desencadenantes más típicos es sentir que nos han traicionado o engañado, o que no obtenemos una meta deseada que veíamos muy cerca. No obstante, puede surgir por casi cualquier estímulo. Sus funciones son sociales, de autoprotección, y de autorregulación.
Existen técnicas para controlar la ira y la agresividad.
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